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Ap.22: 12 y 20 “He aquí vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús”
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El Sabado

 

El Sabado

La Creación y el Sábado

"Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el espíritu de su boca. . . . Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió." "El fundó la tierra sobre sus bases; no será jamás removida." (Sal 33: 6, 9; 104: 5)

Cuando salió de las manos del Creador, la tierra era sumamente hermosa. La superficie presentaba un aspecto multiforme, con montañas, colinas y llanuras, entrelazadas con magníficos ríos y bellos lagos. Las agudas y ásperas cúspides de la rocosa armazón de la tierra estaban sepultadas bajo un suelo fértil, que producía por doquiera una frondosa vegetación verde. Agraciados arbustos y delicadas flores saludaban la vista por dondequiera. Las alturas estaban coronadas con árboles aun más imponentes que los que existen ahora. El aire, limpio de impuros miasmas, era claro y saludable. El paisaje sobrepujaba en hermosura los adornados jardines del más suntuoso palacio de la actualidad. La hueste angélica presenció la escena con deleite, y se regocijó en las maravillosas obras de Dios.

Una vez creada la tierra con su abundante vida vegetal y animal, fue introducido en el escenario el hombre, corona de la creación para quien la hermosa tierra había sido aparejada. A él se le dio dominio sobre todo lo que sus ojos pudiesen mirar; pues, "dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree... en toda  la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, varón y hembra los creó."

La creación estaba ahora completa. "Y fueron acabados los cielos y la tierra, y todo su ornamento." "Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera." (Gén. 2: 1; 1: 31.)

El gran Jehová había puesto los fundamentos de la tierra; había vestido a todo el mundo con un manto de belleza, y había colmado el mundo de cosas útiles para el hombre; había creado todas las maravillas de la tierra y del mar. La gran obra de la creación fue realizada en seis días.

"Y acabó Dios en el día séptimo su obra que hizo, y reposó el día séptimo de toda su obra que había hecho. Y bendijo Dios al día séptimo, y santificólo, porque en él reposó de toda su obra que había Dios creado y hecho." (Gén. 2: 2, 3) Dios miró con satisfacción la obra de sus manos. Todo era perfecto, digno de su divino Autor; y él descansó, no como quien estuviera fatigado, sino satisfecho con los frutos de su sabiduría y bondad y con las manifestaciones de su gloria.

Después de descansar el séptimo día, Dios lo santificó; es decir, lo escogió y apartó como día de descanso para el hombre. Siguiendo el ejemplo del Creador, el hombre había de reposar durante este sagrado día, para que, mientras contemplara los cielos y la tierra, pudiese reflexionar sobre la grandiosa obra de la creación de Dios; y para que, mientras mirara las evidencias de la sabiduría y bondad de Dios, su corazón se llenase de amor y reverencia hacia su Creador.

Al bendecir el séptimo día en el Edén, Dios estableció un  recordativo de su obra creadora. El Sábado fue confiado y entregado a Adán, padre y representante de toda la familia humana. Su observancia había de ser un acto de agradecido reconocimiento de parte de todos los que habitasen la tierra, de que Dios era su Creador y su legítimo soberano, de que ellos eran la obra de sus manos y los súbditos de su autoridad.

De esa manera la institución delSábado era enteramente conmemorativa, y fue dada para toda la humanidad. No había nada en ella que fuese oscuro o que limitase su observancia a un solo pueblo.

Dios vio que el Sábado era esencial para el hombre, aun en el paraíso. Necesitaba dejar a un lado sus propios intereses y actividades durante un día de cada siete para poder contemplar más de lleno las obras de Dios y meditar en su poder y bondad. Necesitaba el Sábado para que le recordase más vivamente la existencia de Dios, y para que despertase su gratitud hacia él, pues todo lo que disfrutaba y poseía procedía de la mano benéfica del Creador.

Dios quiere que el Sábado dirija la mente de los hombres hacia la contemplación de las obras que él creó. La naturaleza habla a sus sentidos, declarándoles que hay un Dios viviente, Creador y supremo Soberano del universo. "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y la expansión denuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra al otro día, y una noche a la otra noche declara sabiduría." (Sal. 19: 1, 2.) La belleza que cubre la tierra es una demostración del amor de Dios. La podemos contemplar en las colinas eternas, en los corpulentos árboles, en los capullos que se abren y en las delicadas flores. Todas estas cosas nos hablan de Dios. El Sábado, señalando siempre hacia el que lo creó todo, manda a los hombres que abran el gran libro de la naturaleza y escudriñen allí la sabiduría, el poder y el amor del Creador.

La Semana Literal

Cuando se crearon el sol y la luna fue escrito en la Biblia: "Y sirvan como signos para las estaciones, los días y los años" (Génesis 1:14).  "Eres el que constituyó la luna para fijar los tiempos" (Salmos 104:19). El sol y la luna son el parámetro para dividir los días, semanas y meses del año.

¿Sabías que no existe explicación histórica o astronómica para la existencia de la Semana de siete días fuera del relato de la creación en Génesis?

Tomemos una prueba de astronomía juntos. Veamos cómo está nuestro conocimiento científico: En nuestro sistema solar, ¿qué da una vuelta cada 24 horas? ;La tierra da una vuelta sobre su eje lo que constituye el día (24 horas) y a este movimiento de la tierra se le conoce  como “rotación”

¿Por qué el mes tiene 30 días? surge con el ciclo de fase de la luna. El mes sinódico es el periodo de tiempo que transcurre entre dos mismas fases consecutivas de la Luna, siendo su duración aproximada de 29,53 días. La causa de las fases de la Luna es que vemos la parte de la Luna que se ilumina por el Sol y ello depende de su posición relativa respecto al Sol (vista desde la Tierra). Y es por esta razón  que el mes tiene 30 días.

¿Por qué el año tiene 365 días? Por el movimiento de traslación, la Tierra se mueve alrededor del Sol, impulsada por la gravitación, en 365 días, 5 horas y 57 minutos, equivalente a 365,2422 días, que es la duración del año.

¿Por que la semana tiene 7 días? , En nuestra  memoria científica podemos recordar que ciclo dura 7 días. Debe haber algo ya que todas las otras medidas naturales del tiempo dependen de algún ciclo astronómico. ¿Qué da vuelta cada siete días? La respuesta es: nada. La semana de siete días contrario al día, el mes y el año— no está relacionada a un ciclo astronómico. ¿Entonces de dónde vino? 

Vamos ahora a un historiador evolucionista para ver si podemos encontrar la respuesta  él es Anthony Aveni, Profesor de Astronomía y Antropología en la Universidad  Colgate en Nueva York, y es el autor del libro, Imperios del Tiempo: “La palabra génesis significa origen. 

“Nuestro génesis científico moderno comenzó hace más de diez mil millones de años en una explosión colosal de la cual han salido todos los eventos y las cosas.” ¿Cómo obtuvimos la semana? “Cualquier página de un calendario revelará otra subdivisión a las unidades de tiempo que el mundo occidental ha creado: siete divisiones verticales con bloques enumerados, cada columna con su nombre. Las cuatro o cinco divisiones horizontales, llamadas semanas, en las que agrupamos los días de la luna constituyen una división de tiempo peculiar.

No hay ningún cuerpo celeste como el sol o la luna, no hay ningún ciclo natural obvio al que podamos atribuir directamente ese pequeño paquete de tiempo. Es más, muchas otras culturas y tradiciones también marcan un intervalo de  aproximadamente la misma duración en sus calendarios.”

En esencia, lo que el Dr. Aveni dice es, No podemos explicar cómo obtuvimos la semana o porque casi todas las culturas de la tierra tienen la misma unidad de tiempo.  Pero hay algo muy fascinante acerca de la semana, Avenue continúa:

"Después del día, la semana… es una de las unidades de tiempo más reconocible y comúnmente usada y  también una de las más convenientes… Algunos biólogos creen que la semana es auto-determinada. El  bioritmo de siete días en el cuerpo humano es uno de los descubrimientos recientes de la cronología moderna. 

Se manifiesta en forma de pequeñas variaciones en la presión y en el latido del corazón, así también como respuesta a la infección y aún el trasplante de órganos: por ejemplo, la probabilidad de rechazo de ciertos  órganos ahora se sabe que aumenta a intervalos semanales después de un implante.”

¡Qué fascinante! Nuestros cuerpos misteriosamente tienen un ciclo de siete días.¡Pero no sólo nosotros! “No somos únicos en este ritmo: inclusive organismos simples, hasta la bacteria y animales unicelulares, parecen compartirlo con nosotros. Hay, por ejemplo, un ritmo de siete días en una especie de alga cuya configuración se asemeja a una copa de champán. Este organismo puede ser entrenado a reducir su crecimiento solamente cuando es expuesto a un período de siete días— ni más, ni menos, que alterna entre luz  y oscuridad.”

Incontables hombres de ciencia no aciertan en hallar explicación  de como este pequeño grupo de tiempo (la semana) llego a ponerse en práctica en todas las culturas durante lo largo de la historia  pero la infalible palabra de Dios tiene respuesta; en el libro de Génesis se escribió:

"Vamos, pues, descendamos y confundamos allí su lenguaje, para que nadie entienda lo que dice su compañero."(Génesis 11:7)

Este versículo indica que los edificadores de Babel fueron esparcidos ampliamente, con el resultado de que poco después podían encontrarse representantes de la familia humana por casi todo el mundo. Esparciendo por todo el planeta tierra la idea original de Dios;  la semana de siete días.

Evidencias procedentes de muchos países testifican de la presencia en ellos, de seres humanos, dentro de un tiempo comparativamente corto después del diluvio.  Los descubrimientos arqueológicos señalan el valle de la Mesopotámica como la primera región que desarrolló una civilización diferente.  Civilizaciones similares pronto surgieron en Egipto, Palestina, Siria, Anatolia, la India, la China y en el resto del mundo.  Todas las evidencias disponibles confirman las concisas palabras de las Sagradas Escrituras: "Los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra".

Las historias del tiempo que se pueden leer documentarán variaciones en la longitud de la semana de tiempo a tiempo a través de la historia. Los griegos experimentaron con una semana de diez días (década). Los romanos usaron una semana de ocho días. La Convención Revolucionaria Francesa durante la Revolución francesa decretó una semana de diez días al intentar re-escribir la historia y re-inventar el tiempo con un sistema decimal— esto fue abandonado cuando Napoleón subió al poder.

La Unión Soviética experimentó con la semana en este siglo— en 1929 usaron una semana de cinco días, en 1932 la semana de seis días— pero para 1940 volvieron a la semana de siete días. ¿De dónde vino este “pequeño paquete de tiempo,” la semana de siete días? la evidencia más concluyente que tenemos en la historia, la filosofía y la ciencia para el establecimiento de nuestra semana global de siete días es el antiguo relato hebreo de la creación del mundo. Lo cual lleva a afirmar que la semana de siete días y el séptimo día Sábado son evidencias convincentes que la teoría de la creación es en realidad la teoría verdadera sobre los orígenes de la vida humana! La ciencia no puede explicar la semana de siete días.

Y la historia declara que el registro más consistente de nuestra semana de siete días se encuentra en el antiguo relato hebreo de la creación.

Esto significa que cada vez que se mire un calendario se puede saber que un Dios creador y de amistad nos ha formado— para que puedas disfrutar de una amistad con él!

“Y fueron acabados los cielos y la tierra, y todo su ornamento.  Y acabó Dios en el día séptimo su obra que hizo, y reposó el día séptimo de toda su obra que había hecho. Y bendijo Dios al día séptimo, y santificólo, porque en él reposó de toda su obra que había Dios creado y hecho” (Génesis 2:1-3).

¿Por qué hacéis reposar al pueblo?

“Murieron José y sus hermanos, y toda aquella generación. Pero los hijos de Israel fueron fecundos y se hicieron muy numerosos; se multiplicaron y llegaron a ser muy poderosos. Y la tierra estaba llena de ellos.

Después se levantó un nuevo rey en Egipto que no había conocido a José, el cual dijo a su pueblo: "He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y fuerte que nosotros. Procedamos astutamente con él para que no se multiplique; no suceda que, en caso de guerra, también se una a nuestros enemigos, luche contra nosotros y se vaya del país."

Entonces les impusieron jefes de tributo laboral que los oprimiesen con sus cargas, y edificaron para el faraón las ciudades almacenes de Pitón y Ramesés. 

Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y se propagaban, de manera que los egipcios se alarmaron a causa de los hijos de Israel.

Entonces los egipcios los hicieron trabajar con dureza, y amargaron sus vidas con el pesado trabajo de hacer barro y adobes, aparte de todo trabajo en el campo; y en todos los tipos de trabajo les trataban con dureza.”  (Exo 1:6-14)

 Con el correr del tiempo, el gran hombre a quien Egipto debía tanto, y la generación bendecida por su obra, descendieron al sepulcro. Y "levantóse entretanto un nuevo rey sobre Egipto, que no conocía a José." No era que ignorase los servicios prestados por José a la nación; pero no quiso reconocerlos, y hasta donde le fue posible, trató de enterrarlos en el olvido.

"El cual dijo a su pueblo: He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es mayor y más fuerte que nosotros: ahora, pues, seamos sabios para no se multiplique, y acontezca que viniendo guerra, él también se junte con nuestros enemigos, y pelee contra nosotros, y se vaya de la tierra."

Pero el momento de su liberación se estaba acercando y Moisés era el hombre que Dios usaría para llevar a cabo esa tarea.

"Por fe Moisés, hecho ya grande, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón; escogiendo antes ser afligido con el pueblo de Dios, que gozar de comodidades temporales de pecado. Teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los Egipcios; porque miraba la remuneración." (Heb. 11: 24-26.)

Dios escogió a Moisés Para cumplir su propósito. En su providencia el Señor lo puso en el seno de la familia real de Egipto donde recibió una educación cabal; no obstante, no estaba preparado todavía para que Dios le confiara la gran tarea para la cual lo había llamado. No podía dejar abruptamente la corte del rey ni las comodidades que se le habían otorgado como nieto del monarca para llevar a cabo la tarea especial que el Señor le había asignado. Debía tener oportunidad de adquirir experiencia en la escuela de la adversidad y de la pobreza, y ser educado en ella.

Mientras vivía en el exilio el Señor envió a sus ángeles para que lo instruyeran especialmente con respecto al futuro. Allí aprendió más plenamente las grandes lecciones del dominio propio y la humildad. Pastoreó las manadas de Jetro, y mientras llevaba a cabo sus humildes deberes como pastor, el Señor lo estaba preparando para que se convirtiera en el pastor espiritual de sus ovejas, es a saber, el pueblo de Israel.

Mientras Moisés conducía su manada por el desierto y se aproximaba al monte de Dios, es decir, a Horeb, "se le apareció el ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza". "Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, que fluye leche y miel. . . ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel".

Había llegado el momento cuando Dios trocaría el báculo del pastor por la vara de Dios, a la cual haría poderosa para el cumplimiento de señales y maravillas, para librar a su pueblo de la opresión y  para preservarlos cuando fuesen perseguidos por sus enemigos.

Moisés aceptó llevar a cabo la misión. Primero visitó a su suegro con el fin de obtener su consentimiento para regresar con su familia a Egipto. No se atrevió a compartir con Jetro el mensaje que tenía para Faraón, por temor a que no estuviera dispuesto a permitir que su esposa y sus hijos lo acompañaran en una misión tan peligrosa. El Señor lo fortaleció y disipó sus temores al decirle: "Ve y vuélvete a Egipto, porque han muerto todos los que procuraban tu muerte".

Llegó el momento cuando el Señor iba a responder las oraciones de su pueblo oprimido, para sacarlo de Egipto con un despliegue tan grande de su poder, que los egipcios se verían obligados a reconocer que el Dios de los hebreos, a quien habían despreciado, era superior a todos los dioses.

Los castigaría además por su idolatría y por sus orgullosas baladronadas acerca de las bendiciones que habrían derramado sobre ellos sus dioses inertes.

El Señor iba a glorificar su nombre para que otras naciones pudieran oír algo acerca de su poder y temblaran ante lo extraordinario de sus acciones, y para que su pueblo, al presenciar sus obras milagrosas, se apartara definitivamente de la idolatría y le rindiera un culto sin mácula.

Moisés declaró a Faraón: Jehová, el Dios de Israel, dice así: "Deja ir a mi pueblo para que me celebre una fiesta en el desierto… Permite que vayamos al desierto, a tres días de camino, para ofrecer sacrificios a Jehová nuestro Dios, no sea que nos castigue con peste o con espada… Entonces el rey de Egipto les dijo: Moisés y Aarón, ¿por qué hacéis cesar al pueblo de su trabajo? Volved a vuestras tareas.  (Ex 5:1,3,4).

Ya el rey había oído hablar de ellos y del interés que estaban despertando entre el pueblo. Ya el reino había sufrido una gran pérdida debido a la intervención de estos forasteros.  Al pensar en ello, añadió: "He aquí el pueblo de la tierra es ahora mucho, y vosotros les hacéis cesar de sus cargos."

En su servidumbre los israelitas habían perdido hasta cierto punto el conocimiento de la ley de Dios, y se habían apartado de sus preceptos. El sábado había sido despreciado por la generalidad, y las exigencias de los "comisarios de tributos" habían hecho imposible su observancia. Pero Moisés había mostrado a su pueblo que la obediencia a Dios era la primera condición para su liberación; y los esfuerzos hechos para restaurar la observancia del Sábado habían llegado a los oídos de sus opresores.

De estos hechos podemos deducir que el Sábado fue una de las cosas en que Israel no podía servir al Señor en Egipto; y cuando Moisés y Aarón llegaron con el mensaje de Dios  trataron de hacer una reforma, lo cual sólo sirvió para aumentar la opresión. Los Israelitas fueron libertados para que pudieran observar los estatutos del Señor, inclusive, naturalmente, el cuarto mandamiento, y esto les imponía la obligación de observar tanto más estrictamente el Sábado, así como la de guardar todos los mandamientos.

En Deut. 24: 17, 18, se menciona su liberación y salida de Egipto como algo que los obligaba en forma especial a manifestar bondad hacia la viuda y los huérfanos. "No torcerás el derecho del peregrino y del huérfano; ni tomarás por prenda la ropa de la viuda: mas acuérdate que fuiste siervo en Egipto, y de allí te rescató Jehová tu Dios; por tanto, yo te mando que hagas esto."

¿Qué es esto?

Y al amanecer había una capa de rocío alrededor del campamento. Cuando se evaporó la capa de rocío, he aquí que sobre la superficie del desierto había una sustancia menuda, escamosa y fina como la escarcha sobre la tierra. Al verla, los hijos de Israel se preguntaron unos a otros:

¿Qué es esto?

Pues no sabían lo que era. "Entonces Moisés les dijo: Es el pan que Jehová os da para comer.(Ex.16:13-15) "Y era como simiente de culantro, blanco." El pueblo lo llamó maná…" El pueblo recogió el maná, y encontraron que había abundante provisión para todos. "Molían en molinos, o majaban en morteros, y lo cocían en caldera, o hacían de él tortas;" y era "su sabor como de hojuelas con miel. " (Núm. 11: 8.) Se les ordenó recoger diariamente un gomer para cada persona; y de él no habían de dejar nada para el otro día. Algunos trataron de guardar una provisión para el día siguiente, pero hallaron entonces que ya no era bueno para comer. La provisión para el día debía juntarse por la mañana; pues todo lo que permanecía en el suelo era derretido por el sol.

Al recoger el maná, algunos llevaban más y otros menos de la cantidad indicada; pero "medíanlo por gomer, y no sobraba al que había recogido mucho, ni faltaba al que había recogido poco.

Al sexto día el pueblo recogió dos gomeres por persona. Los jefes inmediatamente hicieron saber a Moisés lo que había pasado. Su contestación fue: "Esto es lo que ha dicho Jehová: Mañana es el santo Sábado, el reposo de Jehová: lo que hubierais de cocer, cocedlo hoy, y lo que hubierais de cocinar, cocinadlo; y todo lo que es sobrare, guardadlo para mañana." Así lo hicieron, y vieron que no se echó a perder. Y Moisés dijo: "Comedlo hoy, porque hoy es Sábado de Jehová: hoy no hallaréis en el campo. En los seis días lo recogeréis; mas el séptimo día es Sábado, en el cual no se hallará.

Dios requiere que hoy su Santo D ía se observe tan sagradamente como en el tiempo de Israel. El mandamiento que se dio a los hebreos debe ser considerado por todos los cristianos como una orden de parte de Dios para ellos. El día anterior al Sábado debe ser un día de preparación a fin de que todo esté listo para sus horas sagradas.

Cada semana, durante su largo peregrinaje en el desierto, los israelitas presenciaron un triple milagro que debía inculcarles la santidad del Sábado: cada sexto día caía doble cantidad de maná, nada caía el día séptimo, y la porción necesaria para el sábado se conservaba dulce sin descomponerse, mientras que si se guardaba los otros días, se descomponía.

En las circunstancias relacionadas con el envío del maná, tenemos evidencia conclusiva de que el sábado no fue instituido, como muchos alegan, cuando la ley se dio en el Sinaí. Antes de que los israelitas llegaran al Sinaí, comprendían perfectamente que tenían la obligación de guardar el Sábado. Al tener que recoger cada viernes doble porción de maná en preparación para el Sábado, día en que no caía, la naturaleza sagrada del día de descanso les era recordada de continuo. Y cuando parte del pueblo salió en Sábado a recoger maná, el Señor preguntó: "¿Hasta cuándo no querréis guardar mis mandamientos y mis leyes?"

"Acuérdate del día del sábado”

Poco tiempo después de acampar junto al Sinaí, se le indicó a Moisés que subiera al monte a encontrarse con Dios. Trepó solo el escabroso y empinado sendero, y llegó cerca de la nube que señalaba el lugar donde estaba Jehová. El mensaje que se le dio a Moisés para el pueblo fue el siguiente: "Vosotros visteis lo que hice a los Egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. Ahora pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros seréis mi reino de sacerdotes, y gente santa." (Véase Éxodo 19-25)

Moisés regresó al campamento, y reuniendo a los ancianos de Israel, les repitió el mensaje divino. Nuevamente el caudillo ascendió a la montaña; y el Señor le dijo: "He aquí, yo vengo a ti en una nube espesa, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo, y también para que te crean para siempre.

A la mañana del tercer día, cuando los ojos de todo el pueblo estaban vueltos hacia el monte, la cúspide se cubrió de una espesa nube que se fue tornando más negra y más densa, y descendió lista que toda la montaña quedó envuelta en tinieblas y en pavoroso misterio.

Entonces se escuchó un sonido como de trompeta, que llamaba al pueblo a encontrarse con Dios; y Moisés los condujo hasta el pie del monte. De la espesa oscuridad surgían vividos relámpagos, mientras el fragor de los truenos retumbaba en las alturas circundantes. "Y todo el monte de Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego: y el humo de él subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremeció en gran manera." "Y el parecer de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte," ante los ojos de la multitud allí congregada. "Y el sonido de la bocina iba esforzándose en extremo." Tan terribles eran las señales de la presencia de Jehová que las huestes de Israel temblaron de  miedo, y cayeron sobre sus rostros ante el Señor. Aún Moisés exclamó: "Estoy asombrado y temblando" (Heb. 12: 21.)

Jehová se reveló, no sólo en su tremenda majestad como juez y legislador, sino también como compasivo guardián de su pueblo: "Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de siervos." Aquel a quien ya conocían como su guía y libertador, quien los había sacado de Egipto, abriéndoles un camino en la mar, derrotando a Faraón y a sus huestes, quien había demostrado que estaba por sobre los dioses de Egipto, era el que ahora proclamaba su ley.

Son diez preceptos, breves, abarcantes, y autorizados, que incluyen los deberes del hombre hacia Dios y hacia sus semejantes; y todos se basan en el gran principio fundamental del amor. "Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo." (Luc. 10: 27; véase también Deut. 6:4, 5; Lev. 19: 18.) En los diez mandamientos estos principios se expresan en detalle, y se presentan en forma aplicable a la condición y circunstancias del hombre.

"No tendrás otros dioses delante de mí."

"No harás para ti imagen de escultura, ni figura alguna de las cosas que hay arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni de las que hay en las aguas debajo de la tierra. No las adorarás ni rendirás culto."

"No tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios: porque no dejará el Señor sin castigo al que tomare en vano el nombre del Señor Dios suyo."

"Acuérdate de santificar el día de Sábado. Los seis días trabajarás, y harás todas tus labores: mas el día séptimo es Sábado, o fiesta del Señor Dios tuyo. Ningún trabajo harás en él, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu criado, ni tu criada, ni tus bestias de carga, ni el extranjero que habita dentro  de tus puertas o poblaciones. Por cuanto el Señor en seis días hizo el cielo, y la tierra, y el mar, y todas las cosas que hay en ellos, y descansó en el día séptimo: por esto bendijo el Señor el día S ábado, y le santificó."

Aquí no se presenta el sábado como una institución nueva, sino como establecido en el tiempo de la creación del mundo. Hay que recordar y observar el Sábado como monumento de la obra del Creador. Al señalar a Dios como el Hacedor de los cielos y de la tierra, el Sábado distingue al verdadero Dios de todos los falsos dioses. Todos los que guardan el séptimo día demuestran al hacerlo que son adoradores de Jehová. Así el Sábado será la señal de lealtad del hombre hacia Dios mientras haya en la tierra quien le sirva.

El cuarto mandamiento es, entre todos los diez, el único que contiene tanto el nombre como el título del Legislador. Es el único que establece por autoridad de quién se dio la ley. Así, contiene el sello de Dios, puesto en su ley como prueba de su autenticidad y de su vigencia.

Dios ha dado a los hombres seis días en que trabajar, y requiere que su trabajo sea hecho durante esos seis días laborables. En el Sábado pueden hacerse las obras absolutamente necesarias y las de misericordia. A los enfermos y dolientes hay que cuidarlos todos los días, pero se ha de evitar rigurosamente toda labor innecesaria. 

"Si retrajeras del Sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y al Sábado llamares delicias, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no haciendo tus caminos, ni buscando tu voluntad." (Isa. 58: 13.)

No acaba aquí la prohibición. "Ni hablando tus palabras," dice el profeta.

Los que durante el Sábado hablan de negocios o hacen proyectos, son considerados por Dios como si realmente realizaran transacciones comerciales. Para santificar el Sábado, no debiéramos siquiera permitir que nuestros pensamientos se detengan en cosas de carácter mundanal. Y el mandamiento incluye a todos los que están dentro de nuestras puertas. Los habitantes de la casa deben dejar sus negocios terrenales durante las horas sagradas. Todos debieran estar unidos para honrar a Dios y servirle voluntariamente en su santo día.

El Sábado en el Nuevo Testamento

"Y hay en Jerusalén un estanque, que en hebraico es llamado Betesda, En éstos yacía multitud de enfermos, ciegos, cojos, secos, que estaban esperando el movimiento del agua." En ciertos momentos, se agitaban las aguas de este estanque; y se creía que ello se debía a un poder sobrenatural, y que el primero que en ellas entrara después que fuesen agitadas sanaba de cualquier enfermedad que tuviese. Jesús estaba otra vez en Jerusalén. Andando solo, en aparente meditación y oración, llegó al estanque. Vio a los pobres dolientes esperando lo que suponían ser su única oportunidad de sanar. Anhelaba ejercer su poder curativo y devolver la salud a todos los que sufrían. Pero era S ábado. Multitudes iban al templo para adorar, y él sabía que un acto de curación como éste excitaría de tal manera el prejuicio de los judíos que abreviaría su obra.

Pero el Salvador vio un caso de miseria suprema. Era el de un hombre que había estado imposibilitado durante treinta y ocho años. Su enfermedad era en gran parte resultado de su propio pecado y considerada como juicio de Dios. Solo y sin amigos, sintiéndose privado de la misericordia de Dios, el enfermo había sufrido largos años. Había visto agitarse el agua, pero nunca había podido llegar más cerca que la orilla del estanque. Otros más fuertes que él se sumergían antes. No podía contender con éxito con la muchedumbre egoísta y arrolladora. Sus esfuerzos perseverantes hacia su único objeto, y su ansiedad y continua desilusión, estaban agotando rápidamente el resto de su fuerza.

El enfermo estaba acostado en su estera, y levantaba ocasionalmente la cabeza para mirar al estanque, cuando un rostro tierno y compasivo se inclinó sobre él, y atrajeron su atención las palabras: "¿Quieres ser sano?" La esperanza renació en su corazón. Sintió que de algún modo iba a recibir ayuda. Pero el calor del estímulo no tardó en desvanecerse. Se acordó de cuántas veces había tratado de alcanzar el estanque y ahora tenía pocas perspectivas de vivir hasta que fuese nuevamente agitado. Volvió la cabeza , cansado, diciendo: "Señor,. . . no tengo hombre que me meta en el estanque cuando el agua fuere revuelta; porque entre tanto que yo vengo, otro antes de mí ha descendido."

Jesús le dice: "Levántate, toma tu lecho, y anda."  La fe del hombre se aferra a esa palabra. En cada nervio y músculo pulsa una nueva vida, y se transmite a sus miembros inválidos una actividad sana. Sin la menor duda, dedica su voluntad a obedecer a la orden de Cristo, y todos sus músculos le responden. De un salto se pone de pie, y encuentra que es un hombre activo.

El paralítico sanado se agachó para recoger su cama, que era tan sólo una estera y una manta, y al enderezarse de nuevo con una sensación de deleite, miró en derredor buscando a su libertador; pero Jesús se había perdido entre la muchedumbre. El hombre temía no conocerle en caso de volver a verlo. Mientras se iba apresuradamente con paso firme y libre, alabando a Dios y regocijándose en la fuerza que acababa de recobrar, se encontró con varios fariseos e inmediatamente les contó cómo había sido curado. Le sorprendió la frialdad con que escuchaban su historia.

Con frentes ceñudas, le interrumpieron, preguntándole por qué llevaba su cama en sábado. Le recordaron severamente que no era lícito llevar cargas en el día del Señor. En su gozo, el hombre se había olvidado de que era Sábado, y sin embargo no se sentía condenado por obedecer la orden de Aquel que tenía tanto poder de Dios. Contestó osadamente: "El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda." Le preguntaron quién había hecho esto; pero él no se lo podía decir. Esos gobernantes sabían muy bien que sólo uno se había demostrado capaz de realizar este milagro; pero deseaban una prueba directa de que era Jesús, a fin de poder condenarle como violador del Sábado. En su opinión, no sólo había quebrantado la ley sanando al enfermo en Sábado, sino que había cometido un sacrilegio al ordenarle que llevase su cama.

Los judíos habían pervertido de tal manera la ley, que hacían de ella un yugo esclavizador. Sus requerimientos sin sentido habían llegado a ser burla entre otras naciones. Y el Sábado estaba especialmente recargado de toda clase de restricciones sin sentido. No era para ellos una delicia, santo a Jehová y honorable. Los escribas y fariseos habían hecho de su observancia una carga intolerable. Un judío no podía encender fuego, ni siquiera una vela, en Sábado. Como consecuencia, el pueblo hacía cumplir por gentiles muchos servicios que sus reglas les prohibían hacer por su cuenta. No reflexionaban que si estos actos eran pecaminosos, los que empleaban a otros para realizarlos eran tan culpables como si los hiciesen ellos mismos.

Pensaban que la salvación se limitaba a los judíos; y que la condición de todos los demás, siendo ya desesperada, no podía empeorar. Pero Dios no ha dado mandamientos que no puedan ser acatados por todos. Sus leyes no sancionan ninguna restricción irracional o egoísta.

En el templo, Jesús se encontró con el hombre que había sido sanado. Había venido para traer una ofrenda por su pecado y de agradecimiento por la gran merced recibida. Hallándole entre los adoradores, Jesús se le dio a conocer, con estas palabras de amonestación: "He aquí, has sido sanado; no peques más, porque no te venga alguna cosa peor." 

El hombre sanado quedó abrumado de regocijo al encontrar a su libertador. Como desconocía la enemistad que ellos sentían hacia Jesús, dijo a los fariseos que le habían interrogado, que ése era el que había realizado la curación. "Y por esta causa los judíos perseguían a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en Sábado." 

Jesús fue llevado ante el Sanedrín para responder a la acusación de haber violado el Sábado.

Jesús había venido para "magnificar la ley y engrandecerla." El no había de rebajar su dignidad, sino ensalzarla. La Escritura dice: "No se cansará, ni desmayará, hasta que ponga en la tierra juicio."  Había venido para librar al Sábado de estos requerimientos gravosos que hacían de él una maldición en vez de una bendición.

Por esta razón, había escogido el Sábado para realizar el acto de curación de Betesda. Podría haber sanado al enfermo en cualquier otro día de la semana; podría haberle sanado simplemente, sin pedirle que llevase su cama, pero esto no le habría dado la oportunidad que deseaba. Un propósito sabio motivaba cada acto de la vida de Cristo en la tierra. Todo lo que hacía era importante en sí mismo y por su enseñanza. Entre los afligidos del estanque, eligió el caso peor para el ejercicio de su poder sanador, y ordenó al hombre que llevase su cama a través de la ciudad a fin de publicar la gran obra que había sido realizada en él. Esto iba a levantar la cuestión de lo que era lícito hacer en Sábado, y prepararía el terreno para denunciar las restricciones de los judíos acerca del día del Señor y declarar nulas sus tradiciones.

Jesús les declaró que la obra de aliviar a los afligidos estaba en armonía con la ley del Sábado.  ¿Debía Dios prohibir al sol que realizase su oficio en Sábado, suspender sus agradables rayos para que no calentasen la tierra ni nutriesen la vegetación? ¿Debía el sistema de los mundos detenerse durante el día santo? ¿Debía ordenar a los arroyos que dejasen de regar los campos y los bosques, y pedir a las olas del mar que detuviesen su incesante flujo y reflujo? ¿Debían el trigo y la cebada dejar de crecer, y el racimo suspender su maduración purpúrea? ¿Debían los árboles y las flores dejar de crecer o abrirse en Sábado?

En tal caso, el hombre echaría de menos los frutos de la tierra y las bendiciones que hacen deseable la vida. La naturaleza debía continuar su curso invariable. Dios no podía detener su mano por un momento, o el hombre desmayaría y moriría. Y el hombre también tiene una obra que cumplir en Sábado: atender las necesidades de la vida, cuidar a los enfermos, proveer a los menesterosos. No será tenido por inocente quien descuide el alivio del sufrimiento ese día. El santo día de reposo de Dios fue hecho para el hombre, y las obras de misericordia están en perfecta armonía con su propósito. Dios no desea que sus criaturas sufran una hora de dolor que pueda ser aliviada en Sábado o cualquier otro día.

Lo que se demanda a Dios en Sábado es aún más que en los otros días. Sus hijos dejan entonces su ocupación corriente, y dedican su tiempo a la meditación y el culto. Le piden más favores el Sábado que los demás días. Requieren su atención especial. Anhelan sus bendiciones más selectas. Dios no espera que haya transcurrido el Sábado para otorgar lo que le han pedido. La obra del cielo no cesa nunca, y los hombres no debieran nunca descansar de hacer bien. El Sábado no está destinado a ser un período de inactividad inútil. La ley prohíbe el trabajo secular en el día de reposo del Señor; debe cesar el trabajo con el cual nos ganamos la vida; ninguna labor que tenga por fin el placer mundanal o el provecho es lícita en ese día; pero como Dios abandonó su trabajo de creación y descansó el Sábado y lo bendijo, el hombre ha de dejar las ocupaciones de su vida diaria, y consagrar esas horas sagradas al descanso sano, al culto y a las obras santas. La obra que hacía Cristo al sanar a los enfermos estaba en perfecta armonía con la ley. Honraba el Sábado.

El nuevo testamento  tiene  evidencias muy sobresalientes  que Jesús en su ministerio en la tierra, ratifico el Sábado como un día separado para su adoración: En el evangelio de Lucas se registra contundentemente la actitud  de Jesús en  Sábado:

“Fue a Nazaret, donde se había criado, y conforme a su costumbre, el día Sábado entró en la sinagoga, y se levantó para leer”.(Lucas  4:16)

La sencilla declaración de Lucas de que Jesús habitualmente asistía a los sagrados servicios en la sinagoga en el día Sábado, día que identifica específicamente como el séptimo de la semana, señala claramente cuál es el deber del cristiano que ama a su Maestro y quiere seguir en sus pisadas (Juan 14: 15).

El hecho de que Cristo guardara cuando estuvo en la tierra el mismo día que observaban los Judíos, muestra también que no se había perdido el orden de los días desde que se dio la ley en el Sinaí, ni desde la creación. 

Cristo es "Señor aun del día de reposo" (Mar. 2: 28); es decir, él lo hizo (Gén. 2: 1-3; cf.  Mar. 2: 27) lo reclama como suyo por lo tanto, su ejemplo al guardarlo es el modelo perfecto para el cristiano, no sólo en cuanto al tiempo sino también en cuanto a la manera de guardarlo. Desde ese tiempo hasta ahora ha habido millones de judíos esparcidos en todo el mundo civilizado, y habría sido imposible que todos ellos simultáneamente cometieran un error idéntico en el cómputo del séptimo día de la semana.

En ocasión  del sermón en el monte de las Olivas. En su contestación a la pregunta de sus discípulos ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del mundo?"  Jesús revela algunos de los  acontecimientos  que precederían  su  segunda venida,  inmediatamente después  Jesús dice:

"Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en Sábado," (Mateo 24:20)

El que hizo el sábado no lo abolió clavándolo en su cruz. El Sábado no fue anulado por su muerte. Cuarenta años después de la resurrección de Jesús, el Sábado sería tan sagrado como lo había sido cuando Jesús habló estas palabras en la ladera del monte de los Olivos.  El Señor no insinuó ningún cambio en la santidad del día, como muchos cristianos suponen ahora que ocurrió en el día de la resurrección.  El tumulto, la excitación, el temor, y el  viaje de huida no serían apropiados para el día de Sábado.  Los cristianos habían de orar para que pudieran guardar el Sábado como día de descanso, así como Dios deseaba que se  lo guardara.  Cristo no abolió el Sábado cuando fue clavado en la cruz.  Ese día no ha perdido nada de la santidad que en un principio Dios le concedió. Cuarenta años después había de ser considerado todavía sagrado. Durante cuarenta años, los discípulos debían orar por que su huida no fuese en Sábado.

En todo  momento de su vida  Jesús magnifico su ley, incluyendo el Sábado  monumento de su creación; A un durante su muerte en la cruz  proveyó evidencia de que el día  de reposo es perpetuo.

Estando Jesús colgado en la cruz clamo “consumado es” y  murió; Por fin Jesús descansaba. El largo día de oprobio y tortura había terminado. Al llegar el Sábado con los últimos rayos del sol poniente, el Hijo de Dios yacía en quietud en la tumba de José. Terminada su obra, con las manos cruzadas en paz, descansó durante las horas sagradas del Sábado. 

Al principio, el Padre y el Hijo habían descansado el Sábado después de su obra de creación. Cuando "fueron acabados los cielos y la tierra, y todo su ornamento," el Creador y todos los seres celestiales se regocijaron en la contemplación de la gloriosa escena. "Las estrellas todas del alba alababan, y se regocijaban todos los hijos de Dios." Ahora Jesús descansaba de la obra de la redención; y aunque había pesar entre aquellos que le amaban en la tierra, había gozo en el cielo. La promesa de lo futuro era gloriosa a los ojos de los seres celestiales. Una creación restaurada, una raza redimida, que por haber vencido el pecado, nunca más podría caer, era lo que Dios y los ángeles veían como resultado de la obra concluida por Cristo. Con esta escena está para siempre vinculado el día en que Cristo descansó. Porque su "obra es perfecta;" y "todo lo que Dios hace, eso será perpetuo."* Cuando se produzca "la restauración de todas las cosas, de la cual habló Dios por boca de sus santos profetas, que ha habido desde la antigüedad," el Sábado de la creación, el día en que Cristo descansó en la tumba de José, será todavía un día de reposo y regocijo. El cielo y la tierra se unirán en alabanza mientras que "de Sábado en Sábado," las naciones de los salvos adorarán con gozo a Dios y al Cordero.(Isaías 66:23)

Aún las mujeres piadosas que acompañaron a Jesús durante su crucifixión dieron un ejemplo convincente  de la santidad del Sábado;  mientras las sombras vespertinas iban cayendo, María Magdalena y las otras Marías permanecían al lado del lugar donde descansaba su Señor derramando lágrimas de pesar por la suerte de Aquel a quien amaban  y Lucas declaro:

Las mujeres que habían venido con él de Galilea, también le siguieron y vieron el sepulcro y cómo fue puesto el cuerpo. Entonces regresaron y prepararon especias aromáticas y perfumes, y reposaron el Sábado, conforme al mandamiento. 

Y el primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando las especias aromáticas que habían preparado. (Lucas 23:55,56; 24:1)

Adviértase que viendo estas mujeres piadosas la puesta del sol, en la tarde del día de preparación; dejaron todo a un el preparar con especies aromáticas  el cuerpo de Cristo y reposaron  conforme al mandamiento para retomar  su quehacer el primer día.

Está claro la importancia del día de reposo Sábado durante el ministerio de Jesús, pues  la escritura señala  la manera como los discípulos de cristo lo santificaban; tal  como también  lo hizo Pablo más tarde en el extranjero según registra la Biblia  

Habiendo zarpado de Pafos, Pablo y sus compañeros arribaron a Perge de Panfilia; pero Juan se separó de ellos y se volvió a Jerusalén. Pasando de Perge, ellos llegaron a Antioquía de Pisidia. Y en el día Sábado, habiendo entrado en la sinagoga, se sentaron. 

Después de la lectura de la Ley y de los Profetas, los principales de la sinagoga mandaron a decirles…Cuando ellos salían, los judíos y los gentiles  les rogaron que el Sábado siguiente les hablasen de estos temas. Entonces una vez despedida la congregación, muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos siguieron a Pablo y a Bernabé, quienes les hablaban y les persuadían a perseverar fieles en la gracia de Dios… El siguiente día de reposo se juntó casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios.  (Hechos. 13: 13-15, 42-44).

Obsérvese que aun los nuevos creyentes “gentiles” rogaron a Pablo que el Sábado siguiente les hable de esas cosas

Porque como los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante de mí, dice Jehová, así permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre. 

"Y de mes en mes, y de día de Sábado en día de Sábado, vendrán todos a adorar delante de mí, dijo Jehová".( Isaías  66:22,23) 

Conclusiones

El libro de Isaías. Llama al Sábado del Señor como “día santo”. Bajo inspiración divina él escribió: “Si retraes del Sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamas ‘delicia’, ‘santo’, ‘glorioso de Jehová’, y lo veneras, no andando en tus propios caminos ni buscando tu voluntad ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová. Yo te haré subir sobre las alturas de la tierra y te daré a comer la heredad de tu padre Jacob. La boca de Jehová lo ha hablado” (Isaías 58:13, 14). ¡Y, de hecho, unos capítulos más adelante, el profeta Isaías nos dice que en la Tierra Nueva los redimidos adorarán al Señor el día Sábado!“Porque como los cielos nuevos y la nueva tierra que yo hago permanecerán delante de mí’, dice Jehová, ‘así permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre. Y de mes en mes, y de Sábado en Sábado, vendrán todos a adorar delante de mí’, dice Jehová” (Isaías 63:22, 23). Preguntémonos  ¿Será posible que Dios le haya ordenado a los seres humanos santificar el Sábado o séptimo día en el Huerto de Edén y también a su pueblo a través del Antiguo Testamento para luego cambiar el día de Sábado a domingo en el Nuevo, y después regresar a la observancia del Sábado original en la Tierra Nueva? Imposibles; a la ley y al testimonio si no digiere conforme a esto es por que no el ha  amanecido.(Isaias 8:20)

El Sábado es una institución que perdurará.  Habría sido respetado debidamente en el Estado judío restaurado, y en la tierra nueva será observado por todos.  Todos guardarán el Sábado en señal de eterno reconocimiento de que Cristo creó el paraíso del Edén, y recreó los cielos nuevos y la tierra nueva de justicia y santidad.

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